viernes, 27 de marzo de 2015


El mundo afronta hoy enormes problemas que atañen a la población y los recursos. Hacia mediados del siglo pasado, estas ideas se debatieron con agudeza, y casi siempre con rigor, en numerosas publicaciones, pero luego se fueron borrando de la esfera científica y pública. Quizás fuera debido a que no se comprendiera bien el contenido de aquellas primeras publicaciones y la validez de muchas de sus predicciones.


 Foto:Randy Olson

La mayoría de los textos sobre ciencias ambientales se centran más en los efectos negativos de los combustibles fósiles que en la repercusión de nuestra aplastante dependencia de ellos en el plano económico e incluso alimentario. No saber introducir en el discurso y en la enseñanza científica la realidad y las posibles implicaciones del cenit del petróleo, y de cualquier fuente de energía y de materiales, entraña una grave amenaza para sociedad industrial.

La idea de que pueda ocurrir un fiasco ingente y poliédrico de una parte sustancial de la civilización industrial le es tan ajeno a nuestros gobernantes, que nos sentimos indefensos ante tal coyuntura. En importantes cuestiones ambientales y sanitarias, desde el consumo de tabaco hasta las inundaciones de Nueva Orleans, siempre los efectos negativos han precedido en varios decenios a las decisiones políticas y la admisión general por el público.

Funcionan con petróleo o sus derivados todos los medios de transporte actual, salvo la bicicleta y los zapatos (que también pueden contenerlo). La producción de alimentos consume mucha energía; la ropa, los muebles,  y la mayoría de los fármacos contienen petróleo o lo utilizan, y la mayoría de los oficios dejarían de existir si faltara petróleo. Pero en nuestras universidades sería difícil percibir preocupación alguna, más allá de quejarse del aumento del precio de la gasolina, pese a habernos aproximado en 2008, a una situación parecida a la escasez de gasolina de los setenta, en respuesta a tres años de producción de petróleo estancada; la situación solo se alivió cuando la crisis financiera disminuyó la demanda de crudo.

No se ha desarrollado ningún agente capaz de sustituir al petróleo a una escala semejante a la requerida: casi todos ellos dan un rendimiento energético muy pobre. Pese a sus notables promesas, las fuentes de energía renovables (que no sean la hidráulica o leña) proporcionan hoy menos del 1% de la energía utilizada en el mundo; el incremento del consumo anual  de la mayoría de los combustibles fósiles es, por lo general, mucho mayor que la producción total de electricidad (no digamos ya que su aumento) por medio de aerogeneradores y plantas fotovoltaicas. Nuestras nuevas fuentes de energía “verdes” van simplemente aumentando a la vez que las tradicionales (no las sustituyen).

Si nos proponemos resolver estas cuestiones, incluida la muy importante del cambio climático, con plena claridad,  necesitamos que vuelvan a ser tema central de la educación  en todos los niveles de nuestras universidades, que se discutan y se defiendan contra todos los que nieguen su importancia, pues en estas materias hoy no tenemos muchos que nos guíen intelectualmente. Hemos de enseñar la economía desde un enfoque tanto biofísico como social. Solo entonces contaremos con la oportunidad de comprender o resolver estos problemas.

Fuente: Extracto de American Scientist Magazine

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