"No corría ni una brizna de aire, ni se oía el menor ruido, excepto el rumor de las olas batiendo a media milla de distancia sobre las playas y el acantilado que daban a mar abierto. Sobre el fondeadero planeaba un peculiar olor a aguas estancadas, a hojas en descomposición y a troncos podridos. Me dí cuenta de que el doctor olfateaba una y otra vez como quien tiene delante un huevo podrido. Al fin dijo:
-No sé si habrá un tesoro o no, pero me apuesto la peluca a que lo que vamos a encontrar son fiebres".
La isla del Tesoro (Robert Louis Stevenson).
Ilustración de "La isla del tesoro". Biblioteca Nacional, Madrid.
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