domingo, 17 de febrero de 2013

20.000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO

"El segundo individuo llamó poderosamente mi atención. Observé detenidamente su físico, y aquella  observación me permitió trazar un esbozo rápido de su carácter. Su cabeza se erguía poderosamente sobre sus anchos hombros, y sus ojos negros destacaban sobre un cutis pálido. Robusto y fuerte, el desconocido dejaba adivinar una gran firmeza, una conveniente serenidad, una enorme confianza en sí mismo y, en definitiva,  una considerable expansión vital.
Aquel hombre altivo poseía una mirada firme y serena que parecía reflejar elevados pensamientos. Al momento me sentí  atraído por la franqueza que se desprendía de sus ademanes.
Parecía tener unos cuarenta años, aunque bien podría haber contado treinta y cinco o cincuenta. Sus manos, finas y largas, dejaban adivinar un temperamento apasionado, y sus ojos, algo separados uno de otro, podían abarcar simultáneamente la cuarta parte del horizonte".






"Y espero, finalmente, que el justiciero capitán Nemo haya desaparecido para siempre, dejando vía libre al sabio dueño de los secretos de las profundidades. Si su destino es extraño, también es sublime.
 
A la pregunta formulada hace seis mil años por el Eclesiastés:
 
“¿Quién ha podido sondear las profundidades del abismo?”
 
Hay dos hombres, entre todos, que tienen ahora el derecho de responderla: el capitán Nemo y yo". 

Veinte mil leguas de viaje submarino (Julio Verne).